Mi primer encuentro con Simone fue a través de ese magnífico
ensayo suyo La Ilíada, o el poema de la
fuerza (1939), era una helenista de primera línea y traducía a Homero del
griego clásico, en lo cual era una experta, de hecho, mientras trabajaba en la
fábrica de la Renault como obrera en las líneas de ensamblaje, durante la
Segunda Guerra Mundial y antes de que los nazis invadiera su país, pensaba
traducir varias tragedias griegas, poniéndolas en un lenguaje accesible a sus
compañeros de trabajo para ilustrarlos sobre estas maravillosas piezas.
Me impresionaron no solo sus facultades como historiadora sino su
sensibilidad como lectora de este gran poema, su visión sobre la violencia de
la guerra y la brutalidad en el campo de batalla descrito por el bardo
invidente.
La escena de la muerte de Héctor es impresionante, es un momento complejo
que combina magistralmente la escena en que la esposa del domador de caballos,
le prepara el baño para que limpie la mugre del campo de batalla y se relaje en
el agua caliente luego del día peleando, sin percatarse que en ese exacto
momento, su hombre estaba siendo cruelmente eliminado por el terrible Aquiles
sin ninguna contemplación.
En la casa ella
ordenaba a sus sirvientas de hermosos cabellos poner cerca del fuego un gran
trípode, a fin de que hubiera para Héctor un baño caliente al retornar del
combate. ¡Ingenua! No sabía que muy lejos de los baños calientes el brazo de
Aquiles lo había sometido, a causa de Atenas la de los ojos verdes.
*
… abandona la lanza
y cae sentado, las manos tendidas, las dos manos. Aquiles desenvaina su aguda
espada, hiere en la clavícula, a lo largo del cuello; y toda entera hunde la
espada de doble filo. Él cara al suelo yace extendido, y la negra sangre se
escapa humedeciendo la tierra.
Dos instantes, muy diferentes, cada
uno lleno de terrible belleza y que combinados producen el efecto de desazón y
de furia implacable de lo que la muerte significa en el fragor de la batalla, no
hay conmiseración ni respeto por los deseos de los vivos.
El ensayo, muy bien estructurado, nos
habla de la fuerza como medio de la disolución de la humanidad, la violencia
del soldado en el campo de batalla, que es la misma que sufre el torturado en
una cárcel, del esclavo sometido por el amo, del funcionario déspota sobre el
ciudadano inerme, Simone que era una pacifista a ultranza, se daba cuenta que
el pacifismo nunca sería freno para la fuerza, sólo otra fuerza igual o
superior podría servir de disuasión, y ella estaba dispuesta a darlo.
Me sorprende que esta delicada y
frágil chica, una de las intelectuales más completas de su generación en Europa
(que incluyen a mujeres como Simone de Beauvoir y Hannah Arendt), una santa y
mártir a decir de la escritora norteamericana Susan Sontag, se hubiera
preparado para ser una agente de inteligencia y guerrillera en contra de los
ejércitos del Tercer Reich, tuvo hasta experiencia en combate durante la Guerra
Civil española peleando con la columna
anarquista Durruti, pero Simone, lectora del formidable historiador
griego Tucídedes sabía que la única forma de enfrentar un acto de fuerza era
con otro acto de fuerza.
Simone Weil pudo viajar a Alemania justo
antes de que Hitler llegara al poder, visitó sus fábricas y se mescló con sus
obreros, fue a reuniones con los sindicatos comunistas y socialistas y se dio
cuenta que no iban a poder frenar el avance de la fuerza del Nacional
Socialismo, no tenían la menor oportunidad, en su mente analítica empezaron a
figurarse los argumentos que justificarían una “guerra justa”.
Hay una terrible historia de esta
aventura de Simone durante la guerra en España, tenía una pésima visión por lo
que como francotiradora era terrible, sus compañeros le temían cuando tenía un
arma en la mano pues no sabía hacia donde dispararía, y esta fue una de las
razones por la que nunca tuvo la oportunidad de pelear con la resistencia
francesa a pesar de que lo trató en varias ocasiones.
Pues un día, en el campamento, y
debido a su pobre vista, se llevó por delante un caldero de agua hirviendo y
tuvo quemaduras de consideración, sus padres tuvieron que viajar a España para
buscarla, y ya en casa, a los pocos días en su convalecencia, se entera, que la
mayor parte de su unidad había sido exterminada, incluyendo a todas las
mujeres, y estamos hablando de una joven veinteañera, revolucionaria, profesora
de filosofía y experta en textos antiguos religiosos.
Simone Weil (1909-1943), nació de una
familia judía en París, su padre era médico y tenían suficientes medios para
brindarle una educación de primera y reforzada con preceptores privados, su hermano fue el gran
matemático francés André Weil quien estaría asociado a la Universidad de
Princeton, no era una familia particularmente religiosa más bien pasaban como
agnósticos.
Simone fue una niña precoz políticamente, tenía apenas cinco años
cuando estalló la Primera Guerra Mundial, su padre fue reclutado como médico de
campaña y no regresó a su hogar sino varios años después, la Paris de su época
estuvo muy marcada por el socialismo en medio de una ola de industrialismo en
expansión, la revolución en Rusia era el suceso que marcaba los acontecimientos
por lo que no era extraño que Simone se declarase bolchevique con tan sólo diez
añitos.
Mucho más tarde conocería al propio
Trotski y le ayudaría a conseguir, en un apartamento de su familia, un refugio
para que el revolucionario ruso que fundara su Cuarta Internacional, su relación
con este dirigente fue problemática por decir lo menos, ella lo cuestionaba y
no dejaban de discutir, pero el efecto final fue el de una polinización mutua,
ambos se nutrieron de las ideas del otro.
Simone estuvo muy al tanto de la
ideología comunista, estudió la obra de Marx a fondo y le hizo una crítica nada
despreciable, y aunque tenía una pasión por la justicia y la igualdad, y su
trabajo tenía en la clase obrera su principal objetivo, no era una comunista,
esto a pesar de que la señalaban como tal, organizaba protestas, marchas y
huelgas pidiendo mejores condiciones en las fábricas, era una mujer sumamente
compasiva con las desgracias del prójimo al punto que estaba dispuesta a darle
su alimento y ayuda a quien lo necesitara; la invasión de Francia por los
alemanes fue una experiencia devastadora para la muchacha, e hizo todo lo
humanamente posible por liberarla.
Su temor hacia los totalitarismos le
ayudó a reconocer tempranamente que la revolución comunista iba hacia la
imposición de un estado policial, nunca se inscribió en el Partido Comunista y
en los últimos años de su vida fue sumamente crítica hacia al aparato
burocrático que se había impuesto en aquel experimento social.
Al respecto nos dice la profesora Dra.
María Del Carmen Dolby Múgica Catedrática de Filosofía del I.E.S. Cantabria, en
su artículo, Simone Weil y la crítica al
marxismo a través de su concepción del trabajo (2002):
Fue capaz de
señalar cómo en la U.R.S.S. de Stalin, no se había cumplido el sueño de Marx de
instaurar un estado obrero, ni se había creado tampoco una sociedad capaz de
liberar a la clase obrera. Al mismo tiempo, y con una gran lucidez, se dedicó a
exponer el motivo de que tal utopía o proyecto político no se realizara y que
no era otro que el de la aparición de una nueva clase social, la de los
dirigentes, coordinadores, a los cuales se encuentran subordinados los obreros
que como piezas de máquinas obedientes, cumplen ciegamente su función, incluso
en un estado que se autodenomina socialista. Como consecuencia de este
planteamiento, la opresión ya no derivaría sólo de la propiedad privada y de su
enajenación sino principalmente de la incapacidad de los obreros para dirigir y
ver el fin de sus propias tareas. En definitiva, la causa de la nueva situación
de injusticia y padecimiento se encontraría en la separación entre trabajo
intelectual, dirigente, y el trabajo manual, dirigido…
Claramente es lo mismo que ha sucedido
en Venezuela con la instauración de la revolución socialista bolivariana, un
fraude, ya que lo único que cambió fue la toma del poder por una clase nueva de
burócratas mucho más primitivos y depredadores que la anterior élite política,
al punto que han arruinado a la clase obrera sobre la cual se montaron en el poder.
En lo personal, lo que me atrae de la
vida y obra de Simone Weil y la razón por la que me interesó su doctrina
teológica, fue el giro místico-religioso que se dio en ella en los últimos seis
años de su vida, fue su relación con el cristianismo y el estilo
de vida que se impuso, una mezcla de ascetismo y de exigencia franciscana, que
la llevaron a estados de arrebatos espirituales no muy comunes en mentes tan
analíticas como la suya.
Fue una gran estudiosa de los
principales textos budistas, hinduistas, de los misterios egipcios, de las
arcaicas creencias griegas, de los antiguos textos precristianos, aprendió
sanscrito para estudiar los Upanishads y el Bhagavad Gita,
pero descartó el sincretismo, considerando a cada religión con unos valores y
tradiciones propias que no debían ser mezcladas.
Simone
se hizo cristiana aunque se negó a ser bautizada, habían ciertas cosas fuera de
la Iglesia catolica que le eran preciadas y quería conservar su libertad de
explorarlas, pero tuvo unos extraordinarios guías espirituales, el padre Perrin
en Paris y frailes benedictinos en Marsella, donde tambien conoció al filósofo
cristiano Gustave Thibon quien tuvo influencia sobre su pensamiento teológico.
Simone
Weil está considerada como una de las precursoras de la defensa y promoción de
los Derechos Humanos, hay una serie de razonamientos profundos que hizo sobra
la naturaleza del mal, los castigos y el perdón, encuentro particularmente útil
a la situación venezolana uno de sus pensamientos que dice como sigue:
Los
que se han hecho extraños al bien hasta el punto de buscar distribuir el mal a
su alrededor, no pueden ser reintegrados al bien sino por medio de la
perpetración del mal. Hay que infligirles el mal hasta que se despierte en el
fondo de sí mismos la voz perfectamente inocente que dice con sorpresa: “¿Por
qué me hacen daño?” Esta parte inocente del alma del criminal, necesita recibir
alimento y crecer hasta que pueda constituirse ella misma en tribunal en el
interior del alma, para juzgar los crímenes pasados, para condenarlos, y
seguidamente, con el socorro de la gracia, para perdonarlos. La operación del
castigo entonces queda completa; el culpable queda reintegrado al bien, y debe
ser pública y solemnemente reintegrado a la sociedad.
Simone Weil muere en estado de gracia
en 1943 en Inglaterra, apenas tenía 34 años, el parte médico dice que murió de
un paro cardíaco producto de una tuberculosis avanzada y de anorexia, se negaba
a recibir el alimento que sabía, sus compatriotas en Francia tampoco tenían.
Murió virgen, durante toda su vida se
conservó pura y de acuerdo a sus declaraciones, tuvo tres momentos de éxtasis
religioso donde experimentó vivencias de total sumisión al amor de Dios.
Sus escritos sobre teología, derecho,
estética y ética son considerados más y más relevantes a medida que se abren
las investigaciones sobre su extensa obra.
“La Virgen Roja” como le decían
algunos de sus contemporáneos con cierto desprecio, trataron de minimizar su
importancia como pensadora original, su vida fue una sola aventura de comienzo
a fin, durante los últimos meses de su vida se había postulado para ser
entrenada como operadora de radio para ser lanzada a la clandestinidad en la Francia
ocupada, y tenía loco al General De Gaulle con su idea de constituir un cuerpo
especial de enfermeras para ir al frente, y en las trincheras, atender a los
heridos durante las batallas, cosa que el General consideraba un suicidio.
Simone murió creyendo que toda persona
humana es sagrada, que todos tenemos la capacidad de ponernos en contacto con
Cristo redentor y experimentar la comunión con su amor infinito, creía que la
fuerza y la violencia eran los enemigos a vencer, pues podían destruir la
humanidad en el hombre, y convertirlo en otra cosa, mucho más vil y triste.
Creía que era su deber mantener viva
la fe en el hombre, en los puentes que existían con lo sobrenatural, y que era
primordial tratar de proteger esa vida espiritual tan frágil y al mismo tiempo
tan preciada en un continuo acto de amor, de sacrificio, y de entrega al
prójimo. - saulgodoy@gmail.com
Mue buen artículo mi estimado Saul
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