Una
de las manifestaciones m ás primitivas del poder es la censura, silenciar al
oponente por cualquier medio necesario, incluyendo su eliminación física,
aunque es principalmente con el terror y la violencia como se las agencia un
tirano para acallar las voces críticas a su gestión.
A los
chavistas, a quienes les encanta escucharse, les parece odioso y criminal que
alguien que no sea chavista exprese su opinión, y la razón fundamental es, que
ellos se creen los dueños de la verdad, no puede existir una idea contraria a
su punto de vista, y si existe, está equivocada, por lo que cualquier intento
por hacerla conocer, publicitar o querer enunciarla, mucho menos discutirla, es
un acto ilícito e inmoral que debe ser castigado, y el vocero silenciado.
Pero
esto no es suficiente, el chavista cree que si ocupa un cargo público, si
ejerce una investidura asociada a un cargo burocrático, igual que el papado, le
viene atribuida la condición de infalibilidad, es decir, por obra y gracia del
Espíritu Santo no pueden equivocarse, por lo que, todo lo que sale de esa
boquita es puro dogma, doctrina, revelación del altísimo, sabiduría sapiencial,
y quien tuviere el atrevimiento de contradecirlo, lo mínimo que se merece es la
hoguera.
¿De
dónde viene esta actitud?
Solo
en el fundamentalismo ideológico se fraguan tales disposiciones, en la
creencia, equivocada e infantil, que de alguna manera por pertenecer a un grupo
selecto, diferente, escogido y superior al resto de los hombres, esa ideología
los baña de una luz de entendimiento que es sagrada, que está más allá de la
duda, la crítica y la revisión.
Estos
grupos se distinguen por llevar uniformes, por hacer una vida aparte del resto
de la sociedad corrompida y confundida, por creer en los más altos valores
humanos como los de la justicia social, la patria, Dios y con misiones
absolutas y heroicas como salvar la raza humana y liberar a los pueblos de una
supuesta esclavitud.
Como
grupo aparte y con un fuerte sentido de cuerpo, estos hombres y mujeres tienen
sus propios ritos de iniciación, sus juramentos bajo árboles sagrados o en
catacumbas oscuras, cuevas y templos que tienen conexión con la historia de la
tierra, con sus héroes y antiguos dioses, son los ejércitos de una raza
diferente cuyo propósito es salvar al mundo de la perdición, y entre todos los
votos que hacen, comprometen sus vidas, y hasta la muerte, por la victoria de
sus mandatos.
Todo
revolucionario tiene una raíz fundamentalista, bien sean sus metas religiosas,
políticas o sociales, que si a ver vamos, se confunden en una supuesta
autoridad y superioridad por sobre cualquier otra causa o creencia, ellos, que
han elegido sacrificarse por sus convicciones no pueden estar equivocados, el
mundo todo debe reconocerlos como autoridad, como salvadores, como portadores
de la única verdad posible.
Por
ello es que les sea tan repugnante la libertad de expresión, el derecho a
expresar lo que piensa la gente, la opinión pública, estos individuos lo que
espera es puro halago y alabanzas, y quienes no lo hacen son unos
malagradecidos.
Este
tipo de perfil psicológico es común en personas deficientes en sociabilidad y
relaciones, con complejo de inferioridad que es sublimado en una cruzada y que
complace una etapa anal no superada, donde el culto al yo y al autoerotismo
individual se enmascara en una supuesta entrega por los demás.
Son
personas egoístas, intemperantes, resentidas por algún trauma o carencia, son
de una muy corta inteligencia cognitiva, sus razonamientos son limitados y
circulares, una vez internalizados unos principios doctrinarios generales, su
argumentación toda gira en torno a ellos con insistencia fanática, esa
expresión social de sus deseos hacia el interés y bienestar de los otros,
ocultan en el fondo un culto hacia sus personas, imaginadas como guerreros y
custodios de la única verdad que les conviene, la de sus inmensos egos.
Con
una persona así cualquier tipo de discusión racional, de diálogo, de
negociación es prácticamente imposible, se encierra en sus supuestos valores
nucleares, construye un muro alrededor de ellos y prefiere sacrificar su vida y
la de los demás, antes de ceder sobre lo que considera sus convicciones, que
resultan ser deseos caprichosos y fantasías infantiles tenidas como argumentos
incontrovertidos.
El
problema principal de enfrentar de manera pacífica, racional, en base a ideas y
argumentos a estos fundamentalistas, es que anteponen el elemento sentimental y
pasional, se confunden con los valores que defienden, toman de manera personalísima
cualquier digresión o divergencia con sus principios, el solo pretender que
ellos están equivocados es una afrenta a “su realidad”, aceptar que la verdad
no los asiste es simplemente negar su existencia, es por ello que los intereses
de la revolución los conviertan en algo tan importante, ellos son la
revolución.
En
este punto entra en juego el elemento totalitarista, la ideología se hace
abarcadora del universo, la revolución o el yihad se convierten en causa sui, es lo que mueve su mundo, por
ello es que la constitución es revolucionaria, la patria es revolucionaria, los
padres de la patria eran revolucionarios, el futuro es revolucionario, la misma
política se hace revolucionaria.
Y si
se han objetivado esos atributos en una figura, en un profeta o líder, el
asunto se complica ya que lo sacralizan de tal manera, que es imposible
referirse a él o a ellos, si no se pertenece al culto, es inaceptable que un
burgués anti-revolucionario, escuálido, pelucón, traidor, vende patria,
mercenario del Imperio, explotador pueda referirse al líder supremo con respeto
y adoración.
Nicolás
Maduro por ejemplo encarna de tal manera su papel de sumo pontífice de la
religión chavista que cualquier comentario o burla a su persona o al líder
galáctico, a pesar de que se trata de una figura pública, cuyas actividades
afectan o han afectado a un grupo grande de personas y que muchos no estarán de
acuerdo con sus medidas, discursos y abstenciones, lo más natural en una
democracia es que quienes disientan se expresen en total libertad, sin esperar
de vuelta medidas represivas y de censura.
Pero
no, las investiduras que le proporcionan los cargos a estos sujetos, los
convierten en ángeles vengadores, la utiliza de una manera criminal, para
insultar, ofender, amenazar, burlarse de quienes no comulgan con sus ideas, de
perseguir a quienes no les agradecen su sacrificio y esfuerzo por hacernos un
país potencia, pretende, ignorando nuestras leyes y cultura republicana,
censurar y silenciar a sus opositores, en una palabra hay un flagrante abuso de
poder.
Los
tiranos gustan de someter a sus enemigos al escarnio, la burla y ofensa, pero
basta que alguien le diga al Rey que va desnudo para que se sientan como
vírgenes violadas, sobre todo cuando no respetan a los otros poderes públicos,
cuando le ordenan a la Guardia Nacional a que viole la inmunidad parlamentaria
del presidente de la Asamblea Nacional, dándole el trato indigno de un
contrabandista en la aduana del aeropuerto.
Todos
los fundamentalistas tienen una piel muy delicada para la crítica y la opinión
en contra, reaccionan con violencia y no entienden que justamente, la opinión
pública libre debe ser no solo promovida sino protegida, ya que con ella vienen
los ajustes, correcciones, perfeccionamientos, avances y progresos de las
políticas administrativas y la gobernabilidad, incluso cuando se trata de
burlas y bromas sobre figuras de autoridad, tratar de imponer un respeto que no
se tiene es querer hacer del día, noche, confundir la susceptibilidad con un
delito de opinión es admitir una inseguridad y un miedo que solo apunta a una
debilidad, no sólo de carácter, sino de estabilidad política, no es de ciudadanos
serios y demócratas tal actitud, parecieran más bien un grupo de locas
histéricas a punto de un ataque de nervios.
Pero
repito, tal y como lo dije en un artículo anterior, es absolutamente inaceptable
un gobierno que divida a un país entre dioses y bichos, y que por creerse
dioses empiecen a matar bichos, tal como le ocurrió a Hitler y a Stalin en sus
tiempos y países. – saulgodoy@gmail.com
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